martes, 28 de septiembre de 2010


LA NUEVA CONCIENCIA NACIONAL PARA LA VENEZUELA MODERNA

Cuando finalice esta compleja prueba, cuando termine la polarización, el resentimiento, el odio y la amargura, lucharemos por tener una nueva conciencia que nos permita sembrar en el suelo fértil un ideal para el progreso basado en la virtud y moral.
Moisés

Una de nuestras grandes conquistas históricas como venezolanos, durante la segunda mitad del siglo XX, fue haber llegado a obtener un sistema democrático que en medio de virtudes y defectos surge después de 1958. Sistema que se reforma de la constitución de más larga duración en nuestra historia republicana como fue la constitución de 1961. No obstante, la democracia no es un fin en sí misma; es el medio para alcanzar un fin: garantizar al ciudadano su realización personal y la oportunidad en un ambiente de paz, de aportar su grano de arena en pro de un mejor bienestar social de bien común que todos necesitamos y merecemos.
Es una realidad irrefutable, que nuestra historia cultural política como país independiente de una colonia extranjera, en menos de dos centurias, transito y transita, por caminos de violencia, de populismo y autoritarismo, por cuanto la profunda brecha entre opresores y oprimíos se pondera cada vez más amplia.
Por ello, en un régimen democrático, es deber ineludible y prioritario del sistema gubernamental representado en sus poderes públicos, proteger la dignidad humana mediante la disminución de la pobreza. En la pobreza reposa el germen de la inestabilidad y el desespero social que priva de la legitimidad a un Poder Ejecutivo, y Legislativo, aun cuando estos sean democráticos por efecto de las elecciones.
Asimismo, el sistema democrático debe respetar y garantizar los más sagrados principios de convivencia social: elecciones libres y transparentes, respeto de los Derechos Humanos, la justa representación política, la redición de cuentas, la inclusión y la participación, la tolerancia y la resolución pacífica de los conflictos.
Sin embargo, durante las últimas décadas, no solo en Venezuela, sino también en otros países de Latinoamérica, pareciera demostrarse que, no simplemente las instituciones democráticas, la globalización o el crecimiento económico, constituyen una solución para nuestros principales problemas sociales. Estas son solo vías, instrumentos o posibilidades para la solución.
No basta haber conquistado 40 años de democracia; eso ha sido solo parte del logro en la Venezuela de hoy, la del milenio 2000, la del siglo XXI; ahora bien, para tomar el rumbo correcto hacia la contemporaneidad, tenemos que, no exclusivamente, asumir una conducta cívica y republicana; todos los venezolanos sin excepción, con nosotros mismo y con nuestros congéneres. Un responsable compromiso fundamentado en la ética, la sensatez, la tolerancia y la solidaridad. Responsablemente debemos integrarnos en la conformación de una nueva conciencia nacional en donde los principios y valores éticos sean la norma de conducta ciudadana.
Pese a esta realidad, de deber inexorable de quienes conducen el sistema democrático de un país en vías de desarrollo del siglo XXI, es lamentable conocer además de la poca credibilidad de los poderes públicos, la corrupción y violaciones a DDHH, el enorme gasto militar que la actual administración gubernamental destina en comprar fusiles, fragatas y aviones de guerra y en crear un supuesto contingente de líder máximo del partido quinta república. Es absurdo, ilógico e irracional que frente a tanta miseria, pobreza y marginalidad en vez de comprar libros y construir escuelas y hospitales, estemos preparándonos para un sueno de conflicto inexistente contra nuestro principal socio comercial EEUU.
Ese no fue, ni es el futuro de la Venezuela grande y prospera que ahora más que nunca necesitamos y queremos; la guerra y el militarismo de Estado ¡no es el futuro! el futuro está en la educación, y nosotros, hijos del siglo XX y constructores del siglo XXI, no podemos permitir que las tragedias del pasado se repitan en las próximas generaciones. Eso no lo merece nadie.
Debemos oponernos al aumento desmedido del gasto militar, debemos prepararnos más que para la guerra, para mantener la paz. Sería irresponsable permitir que, como sucedió y sucede en tantos países como: Nicaragua, el Salvador o Colombia, nuestros hijos en un futuro << no muy lejano y por demás jamás visto>> crezcan-como si fueran adultos- en campos de entrenamiento y batalla disparando armas de fuego, para aniquilar a sus hermanos, a sus compatriotas.
La generación del 58, y las subsiguientes generaciones, no crecimos bajo ese odio que ahora nos siembran. Es más, no tocamos las luchas internas del bipartidismo. Estamos inconformes por las consecuencias de la falta de criterio en la comunidad administrativa, la improvisación, la falta de apego a la moral e inobservancia a las más caras responsabilidades gubernamentales. En la balanza del tan corto tiempo, parecieran ahora dimensionados como niños de pecho.
No. Es un NO ROTUNDO a la barbarie a la cual quieren someter a la pubertad, adolescencia, la juventud del país. Con vehemencia y con una alta conciencia de responsabilidad, nos negamos a que nuestros niños dejen de crecer en medio de juguetes, libros, familia, iglesia y maestros. No queremos los adultos sin infancia, sin adolescencia, sin el disentimiento de la primera juventud. Tampoco queremos que en el país existan niños que carecen de un hogar, que no tienen quien le cante un cumpleaños, que no compartan el pan de navidad, que no sepan lo que es decir buenos días papa, bueno días mama, bueno días hermano.
Es un hecho que mientras no enfoquemos nuestras máximas energías y recursos humanos, financieros, materiales y logísticos, efectivamente dirigidos de manera proba, al gasto social y la educación integral para la vida, continuaremos sumidos en el subdesarrollo, el autoritarismo y la desintegración social.

UNA ALTERNATIVA A CONSIDERAR
Hoy, después de 10 años de fracaso, conscientes del proceso de deterioro y descomposición del país como consecuencia de un tripartidismo (los viejos partidos y el nuevo “proceso”) caracterizado básicamente por el populismo, el neo-autoritarismo, la corrupción, la ineficiencia y las violaciones a derechos humanos, debemos considerar con urgencia un cambio social que se desarrolle bajo un esquema responsable, progresivo, plural y pacifico.
Este urgente cambio social se justifica en virtud de las amenazas que hoy, a pesar de que, como ya se expuso, es el momento histórico en el cual hemos conquistado el mayor numero de gobiernos elegidos democráticamente, sufre el Estado venezolano, a saber:
·       El flagelo de la pobreza
·       La debilidad de las Instituciones del Estado
·       La pérdida de credibilidad de los partidos políticos
·       La profunda exclusión social y política de las mayorías
Más que la sustitución de una tradicional clase política (tripartidismo) requerimos y necesitamos una transformación profunda de nuestra sociedad para alcanzar los niveles de desarrollo humano, equidad, justicia y crecimiento económico que garantice la cohesión y convivencia de forma pacífica y democrática.
El compromiso de involucrarnos en una nueva conciencia nacional debe ser requisito fundamental para transitar hacia la modernidad pero sin poner en riesgo las reglas del juego democrático, sin continuar alimentando el negativo proceso de división y  polarización, y acabando con la violencia política y la persecución a los disidentes. Es decir avanzar ideológicamente bajo los preceptos de un sistema democrático sólido y estable con respeto a las instituciones y que enfoque sus energías hacia el crecimiento económico y la disminución de la pobreza. Una democrática conducida por hombres de honor.
 La nueva Venezuela debe fundamentarse prioritaria y urgentemente en un cambio de pensamiento del ciudadano venezolano, en la conformación de un capital social y humano de principios y valores que sirvan como instrumento para la edificación de nuevas instituciones y cambios socioeconómicos también urgentes en una población que clama por justicia igualdad, transparencia y mejor calidad de vida.
Es así como con el fin de, no limitarnos solo a la lucha, si no también prepararnos para el enorme compromiso de reconstruir la Patria, surgió la intención de exponer al país una guía, un plan, un lineamiento de fácil acceso y entender a todos los ciudadanos, constituido por tres subplanes, los cuales se deben considerar bajo los criterios de interdependencia y aplicación inmediata.
Dicho plan surge con el fin de prepararnos con intención constructiva para que en el momento oportuno –solo Dios sabe cuando finalice esta prueba-, después de culminar esta etapa, en donde lamentablemente se ha pretendido contagiar y manipular los reales problemas sociales con un sentimiento de ira, división, polarización, resentimiento, todos los venezolanos que crean en el honor, la honestidad, la moral y la ética, la familia, el espíritu de sacrificio, la transparencia administrativa, el sentimiento de identidad nacional, inclusión, la justicia social y el respeto hacia las instituciones de la Democracia, participen en la conformación de una nueva conciencia nacional, la conformación de un capital social indispensable y necesario para poder iniciar nuestro transitar hacia la Venezuela moderna y justa que queremos y merecemos.

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